
Revisitar el brutalismo: valor, debates y cómo protegerlo en Argentina
El brutalismo en Argentina fue polémico y muchas veces abandonado; el concurso por la alcaldía de Most invita a repensarlo y aplicar lecciones locales.
Revisitar el brutalismo: valor, debates y cómo protegerlo en Argentina
Si alguna vez te preguntaste por qué cierta arquitectura brutalista genera rechazo y pasión a la vez, este artículo es para vos. El anuncio de un concurso internacional para renovar la municipalidad brutalista de Most, en la República Checa, plantea preguntas útiles para nuestro país: ¿cómo miramos y qué hacemos con los edificios brutalistas en Argentina? El concurso aparece en The Architectural Review, y sirve como punto de partida para pensar políticas, conservación y proyectos locales.
¿Qué es el brutalismo y cuáles son sus rasgos?
El brutalismo suele reconocerse por el uso expresivo del hormigón visto, los volúmenes monumentales y una honestidad material que no busca disimular estructuras ni técnicas. Es una arquitectura de presencia fuerte: fachadas tectónicas, modulación clara y una relación directa entre programa y forma. A mucha gente le resulta fría o agresiva; a otros, auténtica y rigurosa. Esa polarización explica gran parte del debate sobre su conservación.
Una breve mirada al brutalismo en Argentina
Acá en Argentina, el legado brutalista está presente en ciudades como Buenos Aires, Córdoba y Rosario, entre otras. Hay ejemplos en la escala educativa, administrativa y de vivienda. Muchos de esos edificios fueron pensados con una lógica de funcionalidad y economía que respondía a realidades sociales y técnicas de su época. Con los años, sin embargo, varios se volvieron objeto de críticas estéticas, problemas de mantenimiento y debates sobre su viabilidad en el presente.
¿Por qué fueron abandonados o cuestionados?
En buena medida por tres razones: el desgaste material (el hormigón expuesto demanda intervenciones específicas), cambios culturales que modificaron la percepción del gusto urbano, y decisiones políticas y económicas que priorizaron nuevas obras o la demolición. Además, la falta de políticas de conservación específicas para arquitectura del siglo XX hizo que muchas piezas queden aisladas y sin presupuesto para intervención.

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Riesgos y oportunidades en la renovación de edificios brutalistas
Renovar un edificio brutalista no es lo mismo que pintar una fachada. El hormigón visto exige diagnósticos y técnicas específicas; las instalaciones suelen requerir actualización; y la escala de ciertos edificios plantea desafíos de programación. Pero también hay oportunidades: el carácter plástico y estructural del brutalismo permite lecturas contemporáneas interesantes, como integrar nuevas funciones, recuperar patios y vacíos, o mejorar la eficiencia energética sin borrar su identidad.
Aspectos técnicos y de proyecto
En términos técnicos, la intervención tiene que empezar por entender el estado del hormigón y las juntas, las filtraciones y la performance térmica. Desde el proyecto, lo más valioso es trabajar con reversibilidad y con soluciones que subrayen —en vez de ocultar— la lógica original. También podés incorporar tecnologías modernas (aislamientos, climatización eficiente, control hídrico) sin destruir el carácter material del edificio; la clave está en la sutileza y el respeto por la lectural inicial.
Aspectos sociales y de uso
Un riesgo frecuente es la desconexión entre la intervención técnica y la comunidad usuaria. Si el edificio no responde a necesidades reales —por ejemplo, accesibilidad, seguridad, confort—, corre el peligro de quedar estigmatizado. Por eso, la participación ciudadana y la adaptación programática son estratégicas: podés readaptar espacios para usos mixtos, educativos o culturales, generando nuevas apropiaciones y sentido de pertenencia.

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Lecciones que el caso de Most aporta para Argentina
El concurso para la alcaldía de Most —una intervención sobre una sede municipal brutalista— muestra que hay interés internacional por pensar cómo actualizar este tipo de edificios. Esa conversación nos sirve para varias lecciones aplicables en nuestro país:
- Los concursos abiertos permiten explorar soluciones diversas: innovación y preservación pueden dialogar en propuestas locales.
- La combinación de memoria y nuevas funciones es posible si se prioriza un diagnóstico técnico riguroso y una visión programática amplia.
- La intervención puede ser un catalizador urbano: una renovación bien pensada revaloriza barrios, activa usos y replantea el rol del edificio en la ciudad.
Qué podés proponer en proyectos argentinos
Si diseñás un proyecto de intervención, tené en cuenta algunos principios prácticos: hacer una lectura honesta del material, priorizar la reparación por sobre la substitución cuando sea viable, involucrar a usuarios y vecinos, y pensar en adaptación climática y eficiencia energética. No se trata de idealizar el pasado: se trata de reconocer que muchas piezas brutalistas cuentan con cualidades espaciales y estructurales que valen la pena.
Políticas públicas y patrimonio
Finalmente, para que la revitalización sea escalable se necesitan políticas públicas que reconozcan el patrimonio del siglo XX y asignen recursos a intervenciones especializadas. En Argentina hay voluntad y ejemplos de iniciativas locales, pero falta una estrategia nacional coherente que ponga en diálogo conservación, uso y financiación.
Conclusión
El brutalismo en Argentina está lejos de ser un problema irresoluble: es un patrimonio material y simbólico que exige técnicas, diálogo social y políticas. El concurso por la alcaldía de Most, documentado en The Architectural Review, nos recuerda que renovar, no demoler, puede ser una opción viable y creativa si se aborda con rigor. Mirá esos edificios con ojo crítico y también con imaginación: quizá te das cuenta de que hay recursos para hacerlos útiles nuevamente, en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y en muchas ciudades del país.
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