
Mycelial Hut: lecciones para la construcción sostenible en Argentina
El Mycelial Hut inspira a repensar la construcción en Argentina: micelio y biomateriales como ruta para reducir la huella de carbono.
Mycelial Hut: lecciones para la construcción sostenible en Argentina
Si alguna vez te preguntaste si la arquitectura puede cambiar radicalmente su huella de carbono sin perder confort ni sentido del lugar, el proyecto Mycelial Hut propone una conversación directa con esa pregunta. No es sólo un experimento formal: es una invitación a repensar materiales y procesos a partir de sistemas naturales que podrían ser relevantes para ciudades como Buenos Aires, Córdoba o Rosario.
¿Por qué importa el Mycelial Hut?
El dato que encabeza la reflexión —que el sector de la arquitectura y la construcción concentra uno de los mayores niveles de emisiones de carbono entre las industrias globales— nos obliga a buscar alternativas. El Mycelial Hut funciona como un caso que rompe con la lógica convencional: plantea usar micelio y estrategias bio-basadas para generar envolventes y elementos constructivos con un perfil ambiental distinto.
En términos prácticos, eso nos interesa acá en Argentina por dos motivos: primero, porque nuestros centros urbanos siguen creciendo y demandan soluciones que reduzcan emisiones; segundo, porque la crisis climática ya se siente en sequías, olas de calor y eventos extremos que afectan la habitabilidad en el Gran Buenos Aires, el corredor productivo de Córdoba y los barrios más vulnerables de Rosario.
La sostenibilidad en la construcción argentina: retos y oportunidades
Retos estructurales
En nuestro país, la industria de la construcción enfrenta desafíos que no son sólo técnicos: hay normativas, costumbres profesionales y cadenas de suministro que promueven materiales tradicionales. Además, la urgencia por vivienda y la presión de costos muchas veces priorizan soluciones inmediatas por sobre procesos más sostenibles. Sabés que no basta con buenas intenciones: hace falta viabilidad técnica y económica.
Oportunidades locales
Sin embargo, también hay oportunidades claras. La diversidad climática argentina —desde la costa atlántica hasta las sierras— permite testar distintos materiales y responder con estrategias pasivas. Proyectos como el Mycelial Hut proponen una ruta: integrar biomateriales como parte de la solución para reducir emisiones incorporando procesos circulares.
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Micelio y materiales naturales: qué aporta el enfoque
El micelio —la red de filamentos que constituye gran parte de los hongos— se ha explorado como material de construcción por su capacidad de formar estructuras ligeras, aislantes y, en muchos casos, biodegradables. El Mycelial Hut lo muestra como un componente que puede reconfigurar la lógica de la envolvente arquitectónica: menos acero y concreto, más procesos biológicos que se cultivan y moldean.
Mirándolo desde acá, pensá en los beneficios potenciales para la construcción argentina: reducción de emisiones embebidas, posibilidad de circularidad —cuando un material se biodegrada o se re-incorpora a un ciclo productivo— y ganancias de aislación térmica que son clave frente a los veranos cada vez más intensos en ciudades como Buenos Aires.
Limitaciones a considerar
No todo es utopía. El uso del micelio plantea desafíos de escalabilidad, durabilidad en distintos climas y la necesidad de normativas que regulen su aplicación estructural y sanitaria. Además, la adaptación local exige cadenas de producción y capacitación: desde la obtención de sustratos hasta los procesos de inoculación y curado. Por eso, la introducción de estos materiales en Argentina no puede ser improvisada; requiere inversión en investigación aplicada y pilotos controlados.
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Propuestas para implementar técnicas sostenibles en proyectos argentinos
Si querés llevar estas ideas al terreno local, propongo algunas líneas de acción concretas, pensadas para el contexto rioplatense y adaptables a realidades urbanas y periurbanas:
1. Pilotos y prototipos urbanos
Empezá por proyectos piloto en barrios de baja escala o en parques urbanos de ciudades como Córdoba o Rosario. Los prototipos permiten evaluar comportamiento térmico, durabilidad y aceptación social antes de escalar. El Mycelial Hut funciona como modelo conceptual para este tipo de ensayos.
2. Alianzas entre universidades, gobierno y sector privado
La transición requiere investigación y regulación. Instituciones académicas pueden desarrollar ensayos de materialidad y protocolos de pruebas; los municipios pueden facilitar permisos experimentales; y empresas del rubro pueden invertir en líneas de producción. Acá en Argentina ya existen bases técnicas y capacidades profesionales que sólo necesitan coordinación para avanzar.
3. Capacitación profesional y oficios
Arquitectos, ingenieros y oficios de la construcción deben formarse en nuevas técnicas. Programas de formación continua y talleres prácticos facilitan la transferencia técnica: desde la preparación del sustrato hasta técnicas de montaje y mantenimiento.
4. Políticas que incentiven la baja huella
Herramientas como incentivos fiscales, concursos públicos orientados a baja huella y estándares de compra pública pueden acelerar la adopción. Si se prioriza la reducción de emisiones embebidas en licitaciones públicas en provincias y municipios, se abren mercados que justifican la inversión privada.
Conclusión: mirar el micelio como una paleta posible, no una panacea
El Mycelial Hut no es la solución única para todos los problemas de la construcción, pero sirve de laboratorio conceptual. Desde Buenos Aires hasta Rosario y Córdoba, podemos mirar proyectos así como ventanas para imaginar materiales y procesos que disminuyan la huella de carbono y, al mismo tiempo, respondan a clima y tejido social local.
Si querés que proyectos argentinos incorporen estas ideas, la clave es combinar pruebas controladas, políticas públicas claras y formación técnica. Mirá: no es hablar de volver a lo primitivo, sino de ampliar la paleta de recursos y técnicas para construir de manera más responsable. El micelio es una de esas nuevas herramientas; lo que hace falta es probarla con seriedad en nuestro contexto.
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